lunes, 19 de marzo de 2018

Un mundo sin aburrimiento, ni grandes refexiones

No puedo evitar pensar en Bradbury cuando escribía sobre las pantallas gigantes en las paredes. Quien iba pensar que el ya había previsto lo que pasaría. Si bien podemos encontrar vídeos, fotos y música, lo que más abunda en este mundo son las letras. Hoy en día no podemos negar que una de las cosas que más hacemos es leer y escribir, pero a pesar de eso la “falta de ortografía” es una constante. Por eso pienso que las viejas metodologías de dictado y de remarcar con rojo los errores no sirvieron, ni sirven. Hago mea culpa y me incluyo entre los eslabones defectuosos.
Por otro lado la constante distracción que nos brinda, ya no sólo el televisor, sino ese pequeño amigo que nos ofrece entretenimiento a 4G, siempre y cuando tengamos un enchufe cerca para recargarlo. Este gran o cruel invento no atrapó y tal vez por eso ya estamos a fin de año, cuando ni siquiera fuimos conscientes que todos nuestros seres queridos ya cumplieron años. El privarnos del aburrimiento no sólo acorto las siestas, sino que también algunos años se esfumaron, igual de rápido que el dilema de aquellos refugiados en Europa. Sin notarlo perdemos tanto tiempo entre letras virtuales con muy poco contenido. Por que ahora, que ser leído se ha vuelto tan fácil, ya nadie se toma el tiempo en reflexionar y escribir a consciencia.
En fin, aconsejo prestar atención a la mesa no vaya a ser que nos quedemos sin turrón en navidad.

Soledad

Al igual que la fría brisa de invierno,
los recuerdos golpean mi rostro.
Tantas despedidas sin sentido,
tantos te extraño rotos.
La brisa golpea mi rostro lentamente,
al final de día o de la vida.
Mis manos pálidas y arrugadas,
se consuelan mutuamente.

XXI

Como escribir algo que ya no se haya escrito, enamorar al lector y vaciarlo de suspiros.
Como tener más like, más seguidores, más amigos. Yo quiero ser como Messi, como Ronaldo o como Figo.
Como comprar un buen yate, como trepar en el limbo. Yo quiero tenerlo todo, yo no siento, solo vivo.
Como conseguir votos, voluntades, ser querido. Yo quiero ser funcionario; por que no, ser Dios mismo.
Como tener más poder, pues invadiendo otros sitios, yo no le temo a las bombas, yo soy el terrorismo.
Como poder perdonarme, si hoy afuera hace frio y esa señora tiembla abrazada con sus hijos.

Un ultimo viaje

No sé bien en que estaba pensando, ni que intentaba demostrar, pero recuerdo mirar sentado con horror la oscuridad; si me concentraba podía ver imágenes de las más variadas y tenebrosas.
Aventurarme a esa empresa requería más valor del que tenía, pero la urgencia no sabe de hombres valerosos, ni de cobardes. Ponerme de pie con tremendo peso muerto encima, era toda una proeza.
Me encontraba en las tinieblas, sostenido a un barandal, activando engranajes ya oxidados; pensé no voy a llegar lejos y así fue, mis pies resbalaron y caí de espalda, por suerte no caí al piso.
El segundo intento fue glorioso, ya de pie al lado de la baranda la oscuridad parecía tragarme. Estar de pie requería demasiada energía, energía que había perdido hace tiempo al igual que tantas ilusiones y rencores; ya no quedan sentimientos tan arraigados, solo el dolor en el cuerpo acompañando mis días.
Decidí pedir ayuda, pero las palabras parecían ser engullidas por las sombras. Al ver que mis palabras no tuvieron ecos, pensé que no quería perder más energía a los pies de esa fría baranda de metal y me aventuré al primer paso hacia las sombras, buscando una pared o algo a que aferrarme, con las manos al frente como cuando de niño jugaba al gallito ciego.
Cada paso requería de toda mi concentración, para poder afirmar las piernas en ese suelo de madera antiguo que comenzaba a crujir. Al tercer paso, encontrándome solo sujeto a la verticalidad por mis inestables piernas, pensé que el viaje fue una idea tonta y me imaginé sufriendo tremendos dolores; pero la urgencia de llegar a mi destino era mayor, era una cuestión de dignidad, ¡debía hacerlo!
Afortunadamente, mis manos dieron con el marco de una puerta y se renovaron mis esperanzas. Ya con un apoyo, los pasos fueron más seguros, aumento la velocidad del tranco, al estar apoyado en la pared ya podía sentir que llegaba a destino; tal vez suene simple, pero me sentía orgulloso como tantas personas al llegar al pico de una montaña.
Si bien la respiración comenzó a acelerarse, las piernas se sentían capaces de seguir y sentía que mi espíritu rejuvenecía.
Miré las sombras en la oscuridad y pude notar caras burlonas, deformes, con aires a maldad, que se reían de mí, proyecciones de mi cerebro que se negaba a ver solo oscuridad.
Ya iba a buen ritmo cuando de repente una pierna claudico, sentí un dolor que recorrió mi cintura hasta el pie derecho, un dolor insoportable a mil agujas que se clavaron a la vez, mientras perdía la verticalidad y mi cuerpo golpeaba contra la rigidez del suelo, creí sentir romperse algo en mi mano al impactar contra el piso, me vi perder toda esperanza y me dejé vencer por la oscuridad.
Sentí dolor en todo el cuerpo, ya no podía pararme ni moverme, y ahí, boca abajo sobre el piso de madera que emanaba humedad, sentí despedazarse mi vida como los huesos de mi mano derecha; me sentí vacío de toda dignidad, al sentir el tibio líquido fluyendo de mi vieja pelvis inundándolo todo con vergüenza, me sentí la persona más inútil.
Se escucharon pasos y luces de linterna, por la voz supe que era Florencia, se arrodilló al lado mío gritando -¿señor Marcelo que paso?, -el destello de la linterna me encandiló-.
-Se cortó la luz en el asilo, -grito-. ¡Por dios!, el ruido se escuchó desde la cocina; ¿está usted bien?
Florencia era una chica de unos 28 años, con un hijo y soltera. Era robusta y a diferencia de las otras era más amable. Me ayudó a sentarme, y me sostuvo la mano al notar que intente ahogar un grito cuando la movió. Me miró con la misma cara que debía mirar a su hijo cuando se porta mal. Volteo la luz de la linterna apuntando a una puerta que estaba a menos de un metro, -otra vez el baño señor Marcelo, ya le dijimos que no puede ir al baño en su condición, tiene un pañal para eso; – pude notar la frustración en su rostro-. En que está pensando, espero haya válido la pena la fractura, -sentencio-.
Yo no conteste, ella no hubiera entendido.